El mercado de juego brasileño parece siempre estar a punto
de legalizarse, pero como el corredor agotado, nunca llega a la meta. Desde
hace su más de 75 años de prohibición, las actividades lúdicas sim embargo han
encontrado la forma de estar siempre presente de una u otra manera. La
ambigüedad es tan visible que mientras la ley lo prohíbe, las casas de apuestas
deportivas comenzaron a patrocinar a, por lo menos, la mitad de los clubes
brasileros de primera división.
Para ser sincero, el maridaje entre las casas de apuestas
deportivas y los equipos de fútbol es un negocio que se está dando en varios
países de esencia futbolística. En la Premier League de Reino Unido, una buena
parte de los clubes tienen impreso en sus camisetas empresas de apuestas y si
vamos a la segunda división el porcentaje llega a más del 65 por ciento. Pero
en Reino Unido y otros países como España, las apuestas deportivas son legales
y reguladas, en Brasil no. Los únicos juegos permitidos por la ley brasilera
son las loterías estatales, algunos bingos y las apuestas hípicas.

La historia de la prohibición del juego en Brasil es
conocida por todos y repetida hasta el cansancio. En 1946 el Presidente Gaspar
Dutra prohibió los juegos y cerró los casinos, porque al parecer quería
complacer a su esposa y al cardenal Jaime de Barros Cámara. Solemne pollerudo.
El hecho hizo que en un día quedaran más de 50 mil personas en la calle. Pero
la historia continuó y en la década de los ’90 los bingos fueron legales hasta
que en el 2003 se prohibieron del todo. Desde entonces, los proyectos de ley
para legalizar los juegos de azar en Brasil han tenido altibajos y parece que
siempre quedan pocos segundos para que los proyectos se concreten. Pero no.
Los funcionarios y políticos que están a favor de la
legalización, postulan que una industria regulada llenaría las arcas y
generaría miles de puestos de trabajo, impulsaría el turismo y blanquearía una
situación que en muchos casos, está funcionando de hecho. Es que el mercado del
juego brasilero ya existe, porque los casinos en línea, el póker y las apuestas
deportivas están al tope de las preferencias del segmento masculino brasilero
de entre 35 y 25 años, es decir, los millenials hacen capote en los juegos por
Internet.
Vamos a ver. Si Brasil regula todo el arco de los juegos de
azar, podría de hecho convertirse en uno de los mercados más importantes del
mundo dentro de la industria, pero los legisladores lo van pateando para
adelante, ya que, según lo establecido, todavía podrían pasar algo más de un
año para que haya algún viso de legalización. Los acólitos de la regulación
postulan que Brasil está entre los pocos países que no tienen el juego regulado
y que se está perdiendo grandes beneficios que podrían ayudar a financiar
proyectos sociales y de salud.
Según algunos estudios preliminares sobre las apuestas en
línea en Brasil, el mercado tiene un enorme potencial debido a la pasión que la
gente predica por el fútbol. Las empresas de apuestas deportivas tendrían grandes
ganancias y aportarían grandes remesas en tasas y se calcula que podrían
generar al menos 200 mil puestos de trabajo, directos e indirectos. Pero las
cosas parecen estar dándose de otra manera. El actual gobierno brasilero, con
el capitán Bolsonaro a la cabeza, había mantenido una posición contraria a la
legalización de los juegos, ya que atentaban contra dios y la familia y eran un
lavadero de divisas.
Pero lo que se dice un día cambia al otro. Bolsonaro,
reunido con su ejemplo a seguir, el mandatario norteamericano Donald Trump, habría
aceptado dar un guiño a la legalización del juego en Brasil. Pero hete aquí que
la cosa no es tan abierta como el mercado del juego lo clama y los políticos
brasileros en el poder creen que la mejor opción es legalizar los casinos
resorts en zonas turísticas y luego ver lo otro. Lo cierto es que el magnate dueño
de Las Vegas Sands, Sheldon Adelson, estuvo mandando emisarios y yendo él mismo
a hablar con las autoridades brasileras de éste y del anterior gobierno,
prometiendo inversiones de hasta 2000 millones de dólares en Ciudades como Río
de Janeiro.
Dicho de otro modo, Bolsonaro pasó de estar en contra del
juego por considerarlos una obra del demonio, a decir que está bien que haya casinos
resorts y que los estados pueden hacer lo que quieran. Además, es notable que
Adelson, uno los principales aportantes a la campaña de Trump y de apoyo
incondicional a Benjamín Netanyahu, se haya ofrecido a pagar los gastos
generados por las embajadas que quieran mudarse de Tel Aviv a Jerusalén, y Brasil
parece que va a seguir a EE.UU. y Guatemala en ese tema.
La moneda está en el aire. Si Brasil decide legalizar
el juego en todas sus modalidades, de hecho se va a convertir en uno de los
mercados más grandes del mundo y con un crecimiento inusitado. Pero no parece
que vaya a ser el caso, ya que todos los cañones apuntan a que la regulación
sea a pedir de boca del modelo de negocios propiciado por magnate de Las Vegas
Sands. Esto podría ser un gran negocio para los Estados Brasileros con
potencial turístico y un freno a la inercia de los juegos en línea, que podrían
seguir funcionando en el gris de la ley, pero sin posibilidades de mostrarle al
mundo su enorme potencial.
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