Brasil cuenta con una institución con más de 125 años que, a pesar de su popularidad, está prohibida por la ley y se convirtió en una de las mayores loterías ilegales del mundo: el Jogo do Bicho. El investigador Danilo Freire, utilizando herramientas de la economía, llegó a algunas conclusiones inéditas sobre las reglas y mecanismos que ayudaron a esa bolsa ilegal de apuestas a sobrevivir a más de 30 gobiernos en el Brasil, desde dictaduras a democracias.
Estudios sobre el Jogo do Bicho en Brasil fueron hechos, sobre todo, dentro de la antropología y la historia. Freire explica que estos estudios, si bien fueron hechos con excelencia, están construidos a partir de visiones simbólicas, como la influencia de sueños y hechos cotidianos en el pálpito de los jugadores según determinada época. “intenté analizar el Jogo do Bicho como una empresa capitalista, pues, antes de todo, es eso de lo que se trata. Fue creado para generar lucro”, explica el investigador, quien se formó en economía política en el King’s college de Londres, una de las universidades más prestigiosas del mundo.
La teoría de la Escuela Racional, una de las herramientas de la economía empleadas por Freire, asume que las personas piensan en términos de costo-beneficio. Intentan siempre mejorar su bienestar, aunque no tomen las mejores decisiones todo el tiempo ni consigan prever el futuro. Pero hacen lo posible para aumentar sus oportunidades.
“El Jogo do Bicho es un negocio y me parece razonable que los “bicheiros” sean racionales. Si no lo fuesen, es improbable que hubieran conseguido acumular la fortuna e influencia que tienen. Son personas con óptimas habilidades comerciales y pensamiento estratégico para negociar, legalmente o no, con políticos y policías, entre otros”, explica.
El embrión del Jogo do Bicho surgió en 1892, cuando el barón João Batista Drummond tuvo una idea para atraer visitantes a su zoológico en Villa Isabel, zona norte de Río de Janeiro. El zoo tenía especies exóticas y una linda vista de la ciudad, pero le faltaba público. Entre las nuevas sugerencias de entretenimiento para el lugar, se destacó la de una rifa. Por la mañana, el barón elegía un animal de una lista de 25 “bichos” y colocaba su imagen en una caja de madera en la entrada del zoo. Quien participaba ganaba un tiquete con una estampa de alguno de esos 25 animales.
Al final del día, el barón abría la caja y mostraba la figura. El vencedor se llevaba 20 veces el valor de la entrada, lo que superaba el sueldo de, por ejemplo, un carpintero de la época. “Poder escoger el animal fue una óptima idea, porque volvió al juego mucho más interesante. Eventualmente eso hizo que las personas pasasen a interpretar sueños, patentes de autos y números de maneras muy divertidas”, afirma Freire. La lotería fue bautizada Jogo do Bicho y luego se volvió una fiebre, ya que los billetes comenzaron a ser vendidos no sólo en el zoológico, sino en tiendas de la ciudad. La represión no demoró, y las autoridades criminalizaron la actividad a finales de la década de 1890, “por el bien de la seguridad pública”.
Freire apunta cuatro facetas del Brasil del final del siglo XIX que ayudan a explicar la emergencia del juego. Primero una población urbana creciente y excluida del mercado de trabajo; segundo, flujo de inmigrantes con redes familiares que incentivaban la participación en el comercio; tercero, el aumento en la circulación del capital, motivada por factores como la abolición de la esclavitud y la industrialización creciente, y por último, la presencia de un sistema judicial muy débil en la represión criminal.
“Las ciudades comenzaron a crecer con el fin de la esclavitud y la entrada de inmigrantes al país aumento el contingente de pobres urbanos. El mercado ilegal era la única opción de renta para mucha gente. Además de eso, aunque el juego fuese ilegal, una ley nunca fue aplicada con mucho rigor. Hasta hoy el juego es considerado apenas una contravención, un delito menor. Así, las puniciones no son fuertes para amedrentar a los “bicheiros”. Los lucros compensaban el riesgo de ser detenido”, explica Freire.
En el juego del bicho, cada uno de los 25 animales corresponde a cuatro números y hay diferente opciones de apuestas y el premio varía con cada posibilidad de victoria. En general, su animal gana si los dos últimos números del millar anunciado por la Lotería Federal corresponden al número del bicho. “Los bicheiros intentan expandir sus negocios y ofrecer algo que atraiga a los apostadores. Cuando una apuesta funciona en un lugar, probablemente será copiada por los vecinos y probada en otros mercados”, explica.
Un estudio de la Fundación Getulio Vargas estimó que el Jogo do Bicho ha recaudado entre 1300 a 2800 millones de reales en el país en 2014, número que algunos consideraron subestimado. En los años 1990, la actividad empleaba 50 mil personas sólo en la ciudad de Rio de Janeiro, mientras que Petrobras tenía en esa época 68 mil empleados.
Este negocio ilegal tuvo que lidiar todavía con problemas comunes a cualquier empresa como Los empleados perezosos, patrones verdugos, la falta de dinero en efectivo. “¿Cómo garantizar, por ejemplo, que los empleados de los puestos no embolsaran dinero de apuestas? Por supuesto, existe una amenaza de represalias violentas, pero no es algo común”, afirma.
Después de examinar más de un año sobre la mayor lotería ilegal del mundo, Freire todavía ve cuestiones que necesitan ser más estudiadas, como la relación entre el juego y el tráfico de drogas y entre bicheiros de diferentes Estados. "El jogo do bicho es muy anterior al crecimiento del tráfico de drogas, pero ambos comparten espacios. Es posible que sólo dividan áreas de influencia o se mal comuniquen, pero tal vez hagan negocios, intercambien información y se ayuden cuando sea necesario", dice.
Para Freire el juego debería ser legal, porque las personas deberían poder gastar el dinero como quieran y el argumento de que la legalización llevaría al vicio, podría también adjudicarse a la lotería federal. Además, dice, como el jogo do bicho prueba, el hecho de que el juego sea ilegal no hace que las personas dejasen de apostar. “El Estado podría incluso recaudar con tributos al jogo do bicho. Queda por saber si los bicheiros están interesados en pagar impuestos, pero tengo mis dudas”.
fuente: el Diario del Juego
Estudios sobre el Jogo do Bicho en Brasil fueron hechos, sobre todo, dentro de la antropología y la historia. Freire explica que estos estudios, si bien fueron hechos con excelencia, están construidos a partir de visiones simbólicas, como la influencia de sueños y hechos cotidianos en el pálpito de los jugadores según determinada época. “intenté analizar el Jogo do Bicho como una empresa capitalista, pues, antes de todo, es eso de lo que se trata. Fue creado para generar lucro”, explica el investigador, quien se formó en economía política en el King’s college de Londres, una de las universidades más prestigiosas del mundo.
La teoría de la Escuela Racional, una de las herramientas de la economía empleadas por Freire, asume que las personas piensan en términos de costo-beneficio. Intentan siempre mejorar su bienestar, aunque no tomen las mejores decisiones todo el tiempo ni consigan prever el futuro. Pero hacen lo posible para aumentar sus oportunidades.
“El Jogo do Bicho es un negocio y me parece razonable que los “bicheiros” sean racionales. Si no lo fuesen, es improbable que hubieran conseguido acumular la fortuna e influencia que tienen. Son personas con óptimas habilidades comerciales y pensamiento estratégico para negociar, legalmente o no, con políticos y policías, entre otros”, explica.
El embrión del Jogo do Bicho surgió en 1892, cuando el barón João Batista Drummond tuvo una idea para atraer visitantes a su zoológico en Villa Isabel, zona norte de Río de Janeiro. El zoo tenía especies exóticas y una linda vista de la ciudad, pero le faltaba público. Entre las nuevas sugerencias de entretenimiento para el lugar, se destacó la de una rifa. Por la mañana, el barón elegía un animal de una lista de 25 “bichos” y colocaba su imagen en una caja de madera en la entrada del zoo. Quien participaba ganaba un tiquete con una estampa de alguno de esos 25 animales.
Al final del día, el barón abría la caja y mostraba la figura. El vencedor se llevaba 20 veces el valor de la entrada, lo que superaba el sueldo de, por ejemplo, un carpintero de la época. “Poder escoger el animal fue una óptima idea, porque volvió al juego mucho más interesante. Eventualmente eso hizo que las personas pasasen a interpretar sueños, patentes de autos y números de maneras muy divertidas”, afirma Freire. La lotería fue bautizada Jogo do Bicho y luego se volvió una fiebre, ya que los billetes comenzaron a ser vendidos no sólo en el zoológico, sino en tiendas de la ciudad. La represión no demoró, y las autoridades criminalizaron la actividad a finales de la década de 1890, “por el bien de la seguridad pública”.
Freire apunta cuatro facetas del Brasil del final del siglo XIX que ayudan a explicar la emergencia del juego. Primero una población urbana creciente y excluida del mercado de trabajo; segundo, flujo de inmigrantes con redes familiares que incentivaban la participación en el comercio; tercero, el aumento en la circulación del capital, motivada por factores como la abolición de la esclavitud y la industrialización creciente, y por último, la presencia de un sistema judicial muy débil en la represión criminal.
“Las ciudades comenzaron a crecer con el fin de la esclavitud y la entrada de inmigrantes al país aumento el contingente de pobres urbanos. El mercado ilegal era la única opción de renta para mucha gente. Además de eso, aunque el juego fuese ilegal, una ley nunca fue aplicada con mucho rigor. Hasta hoy el juego es considerado apenas una contravención, un delito menor. Así, las puniciones no son fuertes para amedrentar a los “bicheiros”. Los lucros compensaban el riesgo de ser detenido”, explica Freire.

Un estudio de la Fundación Getulio Vargas estimó que el Jogo do Bicho ha recaudado entre 1300 a 2800 millones de reales en el país en 2014, número que algunos consideraron subestimado. En los años 1990, la actividad empleaba 50 mil personas sólo en la ciudad de Rio de Janeiro, mientras que Petrobras tenía en esa época 68 mil empleados.
Este negocio ilegal tuvo que lidiar todavía con problemas comunes a cualquier empresa como Los empleados perezosos, patrones verdugos, la falta de dinero en efectivo. “¿Cómo garantizar, por ejemplo, que los empleados de los puestos no embolsaran dinero de apuestas? Por supuesto, existe una amenaza de represalias violentas, pero no es algo común”, afirma.
Después de examinar más de un año sobre la mayor lotería ilegal del mundo, Freire todavía ve cuestiones que necesitan ser más estudiadas, como la relación entre el juego y el tráfico de drogas y entre bicheiros de diferentes Estados. "El jogo do bicho es muy anterior al crecimiento del tráfico de drogas, pero ambos comparten espacios. Es posible que sólo dividan áreas de influencia o se mal comuniquen, pero tal vez hagan negocios, intercambien información y se ayuden cuando sea necesario", dice.
Para Freire el juego debería ser legal, porque las personas deberían poder gastar el dinero como quieran y el argumento de que la legalización llevaría al vicio, podría también adjudicarse a la lotería federal. Además, dice, como el jogo do bicho prueba, el hecho de que el juego sea ilegal no hace que las personas dejasen de apostar. “El Estado podría incluso recaudar con tributos al jogo do bicho. Queda por saber si los bicheiros están interesados en pagar impuestos, pero tengo mis dudas”.
fuente: el Diario del Juego
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