El problema del juego patológico en la tercera edad
Por Fabián Bataglia
Por Fabián Bataglia
En el mundo, el negocio de los casinos ha cambiado mucho durante los últimos 20 años y están atrayendo personas mayores ofreciendo descuentos personalizados, transporte gratuito y un entorno que es muy fácil para que las personas con discapacidad puedan jugar. En Argentina, cada vez más personas mayores están matando el tiempo frente a las tragamonedas, como una forma de paliar problemas emocionales como la jubilación, viudez o soledad y cubrir la cantidad de tiempo libre que tienen.
La mayoría de las mañanas Helena sale de su casa ubicada en uno de los barrios más tradicionales de la ciudad de Buenos Aires, cambiada y arreglada como para una fiesta, pero no va a salir con amigas o visitar a sus hijos y nietos. El itinerario de Helena es siempre es mismo, de su casa a la parada del colectivo y del colectivo al Hipódromo, a sentarse a jugar horas eternas en las máquinas tragamonedas, mientras fuma y de vez en cuando, se levanta para ir al baño. Helena nunca en su vida había jugado y empezó a sentirse atraída por las máquinas cuando quedó viuda y su familia se dio cuenta de que algo estaba pasando cuando comenzó a pedir dinero con excusas inventadas y porque había dejado de comprar alimentos.

La pregunta es por qué las personas mayores encuentran en el juego la forma de llenar el tiempo muerto y no otras actividades más ligadas con lo creativo o artístico. La especialista explica que, más allá de que las actividades más ligadas a la salud pueden ocupar cierta cantidad de tiempo, por lo general no son lo suficientemente complementarias de la situación por la que están pasando. “Hay ahí cierta búsqueda de olvidarse muy fuertemente de algo que le está trayendo un sufrimiento y no le es suficiente con pintar o encontrarse con amigas. De hecho, cuando empiezan a jugar dejan de ver a sus amigas, dejan de ir a lugares que iban hasta ese momento, por lo que pasa es que no pueden soportar determinada situación y están en un duelo patológico y no un duelo normal que puede tramitarse con otras actividades más expresivas, artísticas o sociales”, señala y agrega que en el bingo se encuentran en una escena en donde está sola con la máquina, nadie le pregunta nada, no tiene que dar cuenta de nada. “La máquina tiene las luces y los sonidos que son estímulos muy fuertes en persona que incluso está perdiendo la visión o ven mucho menos y escuchan menos”.
En las personas mayores, por lo general, existe un estado de soledad y de no encontrar un lugar en el mundo, por lo que la vejez es un trámite en donde la persona es consciente de que se van perdiendo cosas. Blanca explica que “éste es un momento histórico muy complejo para el viejo, quizás más que en otra época; quizás no tiene demasiado a quienes hablarles, la relación con los hijos y los nietos está muy interceptada por lo tecnológico. Es un momento donde el viejo se siente mucho más afuera que en otros tiempos. Alguien que se hace adicto a algo, es porque algo fuerte le está sucediendo y parte de la cura de la gente grande, tiene que ver con encontrar un espacio para hablar, para poder resolver esa situación que les trae mucho dolor y armar vínculos nuevamente, recuperar los vínculos. La recuperación del juego compulsivo en la gente grande es la recuperación de los vínculos”.
El psiquiatra y gerontólogo Leopoldo Salvarezza decía que cada uno envejece de acuerdo a la vida que tuvo, lo que implica que la gente que tuvo una vida en la que pudo resolver situaciones con recursos creativos, novedosos y pudo escaparse de los duelos que implican la vejez, va a envejecer de cierta manera más ordenada. Por otro lado, al que siempre le costó resolver sus problemas, fue más dependiente, más escaso de recursos simbólicos internos, va a necesitar de ayuda cuando envejezca. Al parecer, este problema es mayor en las mujeres y por ende la cantidad de jugadoras es mayor que de jugadores. Blanca dice que “en la mujer el juego tiene que ver con la insatisfacción y cierta cuestión que tal vez más prontamente se recupera cuando empieza a hablar y a encontrar cierto sentido. Está como más dispuesta a pedir ayuda. Pero igual me parece que hay más mujeres grandes que hombres que juegan”.
En ese mundo de mentiras y vacíos, los familiares quedan bajo un estado de ira, pero en realidad no entienden qué está pasando, por qué su madre o padre les mintieron, les robaron y se refugiaron enfrente de una máquina para ahogar las penas, prefiriendo no comer a perder las horas sentados sin razón aparente alguna. La conclusión es que, los viejos buscan matar el tiempo en un universo de luces y sonidos que los envuelve y los hace perderse de los vacíos que su propia pena. Débora explica que, “Eso es la máquina. Algo con que pasar el tiempo vacío con el cual no saben qué hacer y poder perder la noción. Es muy triste verlos así”.
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